Llegamos a Islandia tras cerca de 4 horas de vuelo. Tras retrasar nuestros relojes una hora y descubrir que eran las 3 de la madrugada, recogimos nuestras maletas y salimos del pequeño y manejable aeropuerto en busca de un taxi que nos llevara a nuestro primer alojamiento en Reykjavik.
Durante el trayecto de tres cuartos de hora, el taxista nos contó sus aventuras de juventud en España, a la vez que respondía a nuestras curiosidades sobre la isla. Este fue nuestro primer contacto con la amabilidad de los islandeses, las noches sin plena oscuridad y los paisajes de lava que nos acompañarían a lo largo de todo el viaje.
Dadas las horas que eran y todo el equipaje que llevábamos, el taxi era nuestra mejor opción pero el precio fue menos asequible de lo esperado, casi 100 euros...así qué en la medida de lo posible recomendamos desplazarse a la capital en autobús o si se decide emprender ya la ruta, alquilar el vehículo en el aeropuerto. Eso si, con esta decisión, nos ahorramos el pago del alquiler de un día de coche puesto que hasta el día siguiente por la tarde, no íbamos a usarlo.
Nuestra habitación, se encontraba en el este de la ciudad, en Guesthouse Bina, una casa particular propiedad de una amable señora islandesa. El lugar era como poco, curioso, con dos camas unidas por una única sábana bajera de matrimonio, libros, muebles viejos y la misma foto del señor de la casa montado a caballo en varios marcos...
Amanecimos y después de un buen desayuno en el panadería de la esquina, nos dirigimos hasta el centro de Reykjavik dando un paseo de 20 minutitos por el lado del mar.
Nuestra primera parada fue en Solfar (Sun Voyager) Sculpture, una estatua al borde del mar que representa un barco vikingo, en honor a ellos.
Desde allí, subimos a la parte más alta de la ciudad donde destaca la catedral , Hallgrimskirkja, una gran iglesia moderna de hormigón, con vistas a toda la ciudad.
Desde allí, nos fuimos a recorrer las dos calles principales de la capital: Laugalegur y Skolavordustigur, llenas de vida, restaurantes y tiendas. Casitas de colores, murales en las paredes de las más grandes y todo impregnado de una atmósfera de pequeño pueblo.
Descendimos hasta el lago Tjornin, lleno de patos y ocas, que rodeamos para llegar a la zona del puerto. Allí se encuentran los edificios más antiguos y el corazón de la ciudad, un par de calles y plazas muy alegres.
Se nos hizo la hora de comer y siguiendo consejo de otros previos aventureros en Islandia, buscamos el más famoso sitio de comida de la capital, Bæjarins Beztu Pylsu, un puesto de deliciosos perritos calientes ( teníamos muchos días aun por delante para degustar platos islandeses).
La fama es merecida y no pudimos evitar repetir. Cómodamente, nos los comimos sobre el césped de la plaza Austurvöllur, rodeados de islandes@s de todo tipo.
Un rato muy agradable.
Nuestro coche nos aguardaba, así que disfrutando de los últimos rincones
del puerto, fuimos en su búsqueda. Y como lo prometido es deuda,
debemos contar nuestra pequeña anécdota.
La reserva que teníamos hecha desde casa, era para un Volswagen Polo, pero al llegar a la empresa de alquiler de coches, nos dieron un Golf. Al comprobar el vehículo, nos dimos cuenta de que en el parabrisas había una picadita, posiblemente producida por una piedra. Se lo comentamos al encargado y tras darle unos golpecitos y verlo detenidamente, nos aseguró que no había ningún problema. Mientras Jorge entraba a pagar, Águeda detectó que la picadita se estaba convirtiendo en una grieta y tras dar un puñetazo a la luna, la lió parda y se rompió del todo.
Así que volvimos a avisar al encargado que extrañado y muy a su pesar, nos tuvo que dar otro coche, esta vez nuestro compañero de fatigas, el Chevrolet Lacetti.
Como consejo práctico, recomendamos firmar el seguro de rotura de lunas, porque aunque a nosotros no nos ocurrió, pudimos comprobar que Islandia está llena de piedras revoltosas y saltarinas.
Desde allí, ya a mitad tarde, nos dirigimos a la parte sur de la ciudad, donde se encuentra la playa de Nautholsvik, donde los lugareños se reúnen para relajarse. El mar no era la única opción de baño posible allí, sino que había un par de piscinas, una caliente y otra tibia. Y decidimos darnos un baño bien caliente.
Nuestra última parada en la capital era la Cúpula de Perlan, ubicada sobre una central geotérmica, desde la cual se tienen maravillosas vistas de toda la ciudad.
Así que nos despedimos de Reykjavik hasta dentro de 10 días y emprendemos la ruta por la Carretera número 1.
Primera parada: Selfoss.
Nuestros primeros kilómetros contemplando los pasisajes islandeses nos dejan boquiabiertos.
Selfoss es una pequeña ciudad (en realidad grande tratándose de Islandia), en la cual pasaremos la noche en Selfoss Hostel.
Dimos un pequeño paseo por el lado del enorme río, bajo los rayos de sol casi en plena noche. Tras cenar, descubrimos uno de los mayores placeres del viaje, un baño caliente en los hot-tubs antes de dormir.
Islandia, Antes de partir...
Islandia, Día 2: Géiseres, Cascadas y Granja.
Islandia, Día 3: Recorriendo el Sur.
Islandia, Día 4: Los fiordos del Este
Islandia, Dia 5: LLegando al Norte
Islandia, Día 6: Completo día norteño.
Islandia, Día 7: Relax en el Norte.
Islandia, Día 8: Trolls y vikingos.